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viernes, 16 de diciembre de 2011

TUVE UN SUEÑO: ME LEVANTÉ CONVERTIDO EN MUJER (Por cierto... tengo que ir a la pelu)

Los primeros rayos del sol empezaban a entrar sin permiso en mi habitación. La noche anterior había estado movidita en la empresa y siempre se sabe cuando empieza la jornada pero nunca cuando acaba. Mi descanso había terminado demasiado pronto y todavía quería quedarme un poquito más en la cama.

-¡Qué narices!, siempre termino tarde de trabajar: por un día nadie puede reprocharme nada.
De pronto me di cuenta que tenía que ir al servicio, pero algo extraño sentía por dentro (y por fuera para qué contar). Mis dedos empezaron a rascar mi cuerpo y…

-¿Pero dónde está mi pelo? –y sobre todo- ¡¿Dónde está mi pene?! (no es que sea muy grande, pero es lo que hay).

En eso que me di la vuelta y acostado a mi lado había un hombre, ¡coño si soy yo mismo!, entonces… ¿Quién soy yo?

Creí que me desmayaba, y a continuación empecé a pensar en todas las obligaciones que tenía para el día (qué raro, si estas cosas las hacía mi mujer): como por arte de magia enseguida interioricé que era madre, tenía tres hijos y un marido (casi un equipo de baloncesto), además era funcionaria, ama de casa y un montón de profesiones sin remunerar. Bueno, tengo que aclarar que mi trabajo de funcionaria, evidentemente, sí es pagado pero con la puta crisis (en adelante la llamaremos PC) el Estado nos ha recortado el sueldo y encima nos retrasa la paga de navidad. La verdad es que estoy un poco acojonada.

-A los políticos les retrasaba la menstruación para que supieran lo que es estar acojonada –pensé para mis adentros-.

El caso es que mientras todo este torbellino de pensamientos fluían por mi cerebro, salté de la cama y noté que algo colgaba de mi pecho: ¡ostras si tengo tetas! ¡coño, si tengo coño!.

Salí corriendo hacia el baño por dos motivos: quería verme en el espejo y además me estaba meando. Opté por hacer esto último en primer lugar y comprobé el primer engorro de las mujeres, había que sentarse para hacer pís y pensé en lo fácil que lo tienen los hombres: simplemente te bajabas la cremallera, te sacabas la “colilla” y tenías cuidado de no mancharte los pantalones.

Una vez superada la primera incomodidad, y ya estando un poco más tranquila, me acerqué, casi con un poco de miedo al espejo y comprobé mis nuevos atributos: la verdad es que no estaba nada mal: un buen culo, unas buenas tetas y tenía unrostro interesante. Estaba autoadmirándome cuando me asaltaron unas prisas enormes: tenía que despertar a los chicos para el cole. Se llaman Sedric, Rod y Virgil y nunca tienen prisa; la duración de sus desayunos no tiene nada que envidiar a un buen bodorrio y me ponen de los nervios. Para finalizar, tengo que recordarles si llevan todo para el colegio (una buena maleta con ruedas tampoco les vendría mal).

-Sedric ¿Llevas el bono-bus? –le pregunto.
-no -me responde.
-Entonces, ¿Pensabas en hacer media maratón?

Se encoge de hombros, no me contesta y se va con una sonrisa dibujada en la cara y con un poco de Cola-Cao en la comisura de los labios…No le digo nada para que se espabile y su chica se eche unas risas (jeje, que pronto empiezo a ser malvadilla y no llevo más de una hora de mujer).

Mi marido sigue en la cama y todavía no ha dado señales de vida. En realidad lo que hace el “gran jefe de la tribu” es fingir que duerme y así saltarse el caos mañanero que se forma en mi cocina. Se creerá que soy tonta el muy imbécil.

A todo esto, no he pensado qué hacer de comida para hoy ¡ya está! Para hoy farcellets.

-No sé para qué me esfuerzo, si aunque les pongas las delicias de Ferrán Adriá, ellos no comen, ellos devoran, tragan...

Estaba pensando en todo esto y a la vez, con una gran destreza, me estaba maquillando. Qué raro, yo que lo más que me ponía en la cara era after-shave.

Mientras más me miraba (ahora resulta que me gusta mirarme en el espejo), más extrañada estaba de toda la sucesión de acontecimientos que había tenido lugar esa mañana…y me gustaba.

Llegó la hora de vestirme.

-¿Qué me pongo?

Bueno, supongo que lo primero es ponerse unas bragas, etc. y a continuación abrí el armario y las puertas del mismo agradecieron que se aliviara la presión que la ropa ejercía contra ellas.

-Ando mal de ropa –pensé
-No tengo nada que ponerme –sentencié.
-Tengo que comprarme algún trapito –decidí.

Salí de casa hacia el trabajo y el caso es que tenía la seguridad de lo que tenía que hacer. Ni siquiera me preguntaba si tendría dudas en el desempeño de mis funciones en el ministerio. Nada: seguridad absoluta.

Iba andando por la calle y los escaparates se sucedían. Las tiendas de ropa me llamaban con sus cantos de sirenas y yo me sentía cuan Ulises a punto de doblegarse ante las cosas tan monísimas que había: ahora un vestidito por aquí, después un pantaloncito por allá…Hasta que me topé con una floristería y me quedé fascinada ante las flores, sus colores, rosas rojas. Rosas rojas. Estaba hipnotizada ante su visión y al momento siguiente estaba dentro de la pequeña tienda. Me sentí asaltada por los colores y por las fragancias: el ambiente estaba lleno del olor a jazmines, claveles, rosas, gardenias... Toda la gama de colores del universo estaba en esa tienda y toda la belleza de la naturaleza estaba condensada en ese mínimo espacio ¡Pero si antes no distinguía una margarita de un cardo borriquero!

Continué hacia el trabajo y pasé por unas obras. Los albañiles ni se inmutaron ante mi paso.

-Cuánto daño ha hecho lo "políticamente correcto": ni un silbido, ni un "qué buenas estás tía macizorra" -Pensé.

Me saludaron mis compañeros y nadie se extrañó al verme, el caso es que me dirigí hacia mi despacho y supe desde el primer momento lo que tenía que hacer.
A todo esto, ya estaba acostumbrándome a recolocarme las bragas con una gran destreza con mi índice y mi pulgar. El pelo me lo atusaba con los dedos como si hicieran la función de un hipotético peine o cepillo. Y hacer pís ya no tenía ningún secreto para mí.

Estaba sorprendida de lo a gusto que estaba con mi cuerpo y con mi cerebro.
Pasada la tarde ya me había olvidado completamente que el día anterior era un hombre y empecé a interiorizar una sensibilidad especial, empecé a sentir mis latidos bajo mi pecho de mujer ¡Todo lo que me había perdido por ser hombre!

-Los hombres sólo tienen un pensamiento (bueno, quizá uno o dos más) y por norma general está entre sus piernas. Piensan en ellos mismos sin detenerse en qué es lo que pide su pareja, pero sobre todo, no piensan que al corazón hay que alimentarlo día tras día con altas dosis de amor.

Estaba sumida en estos pensamientos cuando el mismo sol que iluminó este raro día se había marchado para proyectar otras luces en otros lugares... y me acosté, deseaba volver a vivir otro día maravilloso como el que había vivido hoy.

Los primeros rayos del sol empezaban a entrar sin permiso en mi habitación. En eso que me di la vuelta y acostada a mi lado había una mujer. Ya no era yo, ni era ella. Al momento comprendí las cien personas que están contenidas en el corazón de una mujer...














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