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martes, 18 de diciembre de 2012

Right here waiting for you








miércoles, 5 de diciembre de 2012

La ETEA, Vigo y Galicia


¿Qué ha significado para mí la ETEA, Vigo y Galicia? Todo. No exagero.

Me fui de mi casa con dieciséis años. Nací en Madrid y viví en Madrid hasta esa edad.

         La pérdida de mi padre truncó toda mi vida y la de mis hermanas. En un brutal accidente de tráfico –en el que además, yo iba con él- lo perdí. Vi cómo murió. Él tenía cuarenta y dos años y yo diez. Ver morir a un padre, de la manera en que murió, es algo que te marca la vida para siempre y tu corazón y tu alma aprenden a relativizar todos los sufrimientos del mundo. Es curioso, ese día no lloré, nadie me preguntó, nadie me decía nada; me llevaron a casa –yo salí ileso del accidente- y me senté en un sofá. Allí permanecí durante horas. Vi el trasiego de personas y vi la tragedia, pero nadie me preguntaba nada. Comprendí que ese día iba a marcar mi vida para siempre; ya no habría más paseos con mi padre, ya no me volvería a coger la mano con la suave fuerza tal y como él lo hacía, ya no habría más abrazos…, ya no podría ser el arquitecto que él quería que fuera. Nada.
 
        A los doce años me sacaron del colegio. Creo que en ese momento no me di cuenta de la importancia de este hecho. Quizá, incluso pensaba que era una suerte no tener que aguantar más clases y más profesores –algún cura, incluso un poquito sádico-. Lo malo es que no se dio cuenta de la importancia a quien le correspondía valorar la importancia del hecho en sí.
 
        Con doce años empecé a trabajar y la vida ya me empezó a enseñar sus dientes. Veía a mis amigos y a mis compañeros hacer cosas distintas de las que yo hacía: ellos se educaban y yo me buscaba la vida.
 
        A los dieciséis años tenía la necesidad de irme de casa, de romper con una vida que intuía que podía ser horrorosa. Todavía no tenía nada en mi mochila: venía de la calle y la calle por sí misma es todo y es nada. Aún no era capaz de identificar y de dar nombre a lo que me decía mi interior. Sentía que la vida tenía que ser otra cosa. Sabía que había un mundo por descubrir y tenía que intentar llegar a él. ¿Pero cómo?
 
        A estas alturas ya lo sabéis todos: Parada y fonda en Vigo, en la ETEA.
 
        Con dieciséis años estaba fuera de casa –como casi todos vosotros-, solo, asustado y la vida mirándote con curiosidad, casi como si te quisiera decir: “¿Estás seguro de lo que vas a hacer?”. Y sí, estaba seguro de lo que tenía que hacer: vivir la vida que había elegido, la mía y no la de otras personas.
 
        Así empecé a vivir. Ahora ya volvía a tener amigos, a tener compañeros de estudios -¿de instituto?-. Y todo esto en la región –al menos para mí- perfecta: Galicia.
 
        Puedo decir con orgullo que mi Escuela, mi ETEA y mi Vigo fue el lugar donde aprendí gran parte de lo que hoy soy. No sólo aprendí integrales, derivadas y logaritmos neperianos, sino que además aprendí el valor del compañerismo, de la amistad, del sacrificio, y, también, el perder el miedo a la vida. Y llegó la vida, la de verdad. 
 
        Ni que decir tiene, que con dieciséis años éramos niños u hombres en potencia, pero lo cierto, es que ya estábamos escribiendo nuestra vida. Ya estábamos llenando nuestra memoria de las largas jornadas de estudios, de las cuantiosas clases, de los profesores más preparados, de los profesores más raros y de los sinvergüenzas –que había muchos-. De nuestras singulares comidas y meriendas. De nuestras salidas de “francos”. Disfrutamos y sufrimos nuestra Escuela; sus cuestas, sus muelles, sus viejos –y alguno bello- edificios de piedra. Disfrutamos del olor de la mar, del privilegiado entorno que nos envolvía, de su belleza…
 
        Nos fuimos temporalmente y recorrimos miles de millas y lugares que de no haber estado en la Armada hubiera sido muy difícil poder recorrer. Ahora tocaba hacerse un poco más mayor; nuevos compañeros, nuevas amistades y nuevas responsabilidades. Pero, al menos para mí, la referencia, mi puerto y el destino de mi vida lo había marcado Vigo y la ETEA.
 
        Volvimos cargados de experiencias, volvimos cargados de vida, me atrevería a decir que volvimos con la certeza de que habíamos hecho algo importante.
 
        Y nos volvimos a encontrar en la ETEA. La de siempre; la de aprender, la de sufrir, la de amar –no me olvido que también la de correr-. Y ya no éramos tan niños; habíamos vivido experiencias que ningún civil podría contar en su vida, no digo mejores, pero sí muy distintas: conocimos la muerte, el miedo, el olor a pólvora, la furia de la mar. Supimos lo que era navegar de verdad, no lo que hacían cuatro aficionados con ridícula gorrita bordada con la caña de un timón. Es entonces cuando te das cuenta de la dimensión y de los verdaderos límites de la vida y de la muerte.
 
        Creo que es ahí cuando eres consciente de ti mismo y cuando dejas de ser un niño; no es que te hayas convertido en un hombre, es que te has convertido en un ser muy especial. Y empiezas a valorar y a separar lo realmente importante de lo accesorio. Ya nadie te puede engañar: ahora guardas una verdad en tu interior, cada uno con una verdad distinta, pero la suya, la que iba a marcar nuestro destino.
 
        Y mientras tanto, nos llegó el amor. A veces de la manera más poética. Cada uno a su manera. En mi caso fue un viaje que nunca acabó. En el departamento de un tren se gestó un amor que duraría toda la vida y, que por eso mismo, también me trajo mucho dolor. El amor más puro, el que te vacía de ti mismo, el que marca tu corazón para siempre; aquél que te dice que tu vida no vale nada si no es para amar a esa persona. La vida, mi vida ya no sería la misma: dejé la Armada y deambulé por las calles de Vigo y recorrí la misma calle mil veces: con frío, con viento, con lluvia, con hambre...y no la volví a ver.
 
        Abandoné Vigo y mi búsqueda y recálé en el único sitio donde no tenía que haber amarrado mi barco: un destino destructivo que pretendía acabar con el mismo corazón que poco antes había conocido el amor absoluto. Sin embargo, el destino es caprichoso y te depara sorpresas. Sorpresas de encuentros y desencuentros, hasta que lo que guardabas celosamente en tu alma se convierte en un nuevo orto, donde ahora los colores ya no brillan a tu antojo, simplemente te muestran la vida que has perdido y que luchas por recuperar algún día.
 
        He vuelto muchas veces a Vigo y a la ETEA, he vuelto a recorrer las mismas calles y siempre, siempre me estremezco al pensar de lo que allí viví. Allí estaba todo lo que necesitaba.

jueves, 29 de noviembre de 2012

AMOR, RUTINAS, SORPRESAS Y LO QUE YA NO SE PUEDE ARREGLAR

 
       ¿Qué más se puede decir del amor que no se haya dicho ya? ¿Caer en los tópicos? ¿Abundar en poesías? ¿Analizarlo biológicamente? ¿Estudiarlo psicológicamente?

        Lo peor –o lo mejor- es que es un sentimiento incontrolable. No hay manera de domesticar algo que se niega a dejar de ser salvaje, se puede gestionar de forma madura, pero la realidad es otra: lo acallas, lo escondes y al final vuelve a surgir en un momento de tu vida, en el cual reflexionas si lo que has vivido hasta ese momento, no era más que un bello espejismo que se desvanece a medida que avanzas en tu vida. Y precisamente por esto, a todos los que lo sentimos nos arrasa el alma. La sensación es inigualable, no hay elemento de la naturaleza que tenga tanta fuerza como el amor. Ni las personas con gran sensatez, o con una cultura apabullante, o con un dominio de sí mismos pueden imaginarse el efecto que el amor va a dejar en sus vidas. Porque una vez que te aprisiona ya nada será igual. Si, además, es un amor que has sentido y vivido en un espacio temporal en el que no comprendías –y por ello estabas atemorizado- su fuerza titánica, todo me hace sospechar que por mucho que quieras olvidar el impacto de su sentimiento, el amor te expone a la dulce condena de entenderlo, vivirlo y manifestarlo con todas sus consecuencias, sea en el momento que sea.

         El problema viene porque resulta que cuando estás más preparado para vivir la vida que tienes –si es que es la que deseabas-, te das cuenta que sobre tu espalda has echado muchos compromisos, muchas fotos, mucho navegar sin descubrir nada y, finalmente, mucha rutina. Y entonces paras. Te das cuenta que sí, que has vivido, que has mejorado profesionalmente, que te has superado culturalmente, pero que no tienes lo más importante… Caes en la cuenta de que la rutina se ha instalado en tu vida y que finalmente, por mucho que quieras negártelo a ti mismo, la pasión del amor ha desaparecido. Sí, queda el recuerdo del amor, pero lo que tienes en la actualidad es simplemente el cariño, que no es otra cosa que la costumbre de la convivencia.
 
      Tratas de arreglar las cosas, tratas de volver a sorprender, tratas de hacer lo que nunca te imaginaste que ibas a ser capaz de hacer…y ya es tarde. Por mucho que te esfuerzas, tu amor se ha convertido en un animal domado. La fuerza se ha disipado. Y te enfureces, porque no entiendes que tú, tan cojonudo como eras y tan seguro de ti mismo, precisamente el amor se ha burlado de ti.

       Y tengo que volver a preguntarme lo mismo: ¿Qué es el amor? Puede que sea como escribir un libro: al principio tienes que impactar para enganchar al lector. Una vez que has conseguido atraer la atención del lector, tienes que ser honesto e imaginativo y mantener dicha atención. Con cada página que escribes tienes que reinventarte -ahora está muy de moda reinventarse-, sorprender, dar giros inesperados. Llegas al nudo de la historia y el lector no puede dejar de leer lo que escribes, porque se siente transportado a la realidad que plasmas en cada hoja. Tú mismo reconoces que te gusta lo que escribes y además, el lector da señales estusiastas de tu historia. Ya los has conseguido; has contado con maestría una historia; tu historia, y sabes que el desenlace va a ser todavía mejor porque con cada página que escribes te superas. A estas alturas, el lector no es que esté deseando terminar de leer, sino que no quiere que se acabe la historia que tú has escrito.

     Puede que el amor sea un poco así: un misterio que nunca acaba, que te sorprende en cada etapa de tu vida y que sorprende y emociona al ser amado.

    Ahora imagínate el mismo libro: lo comienzas magistralmente, captas la atención del lector y éste empieza a leer. Pero resulta que las páginas que se van sucediendo sólo describen paisajes, personajes y situaciones, que por sí mismas son interesantes, pero que se repiten en casi todas las páginas de tu libro. Entonces, el lector, que además es propietario de tu libro, se da cuenta que lo que lee es una rutina inacabable. Y por fin, no quiere seguir leyendo ese libro, porque era simplemente un fuego de artificio, muy bello, pero siempre con el mismo color.

     Puede ocurrir, sin embargo, que el lector encuentre ese viejo libro que dejó sin terminar de leer en su juventud y que ahora, cuando hojea sus páginas, comprende que ése era el libro que tenía haber leído por entero.

     Lo cierto es que el amor nunca olvida una cara y si por algo se caracteriza es por su persistente memoria y por su indomable forma de ser. Nadie escapa a su poder y nadie es culpable de sentirlo. Lo único que se puede hacer, es nada. O a lo mejor sí: puedes seguir engañándote a ti mismo.

     

sábado, 10 de noviembre de 2012

UN DESAHUCIO



Llevaban tres años de novios y por fin consiguieron trabajo, un buen trabajo los dos. Poco a poco fueron ahorrando e imaginándose cómo podría ser su casa y su vida: un espacio lleno de amor, donde podrían criar y educar a sus hijos.
Les recibió el mismo director de la sucursal bancaria. No había problema para nada: Dos personas, dos trabajos, dos nóminas domiciliadas y un camino allanado hacia la felicidad.

Ellos sólo querían una casa digna, un espacio -ni siquiera excesivo- donde desarrollar su proyecto de vida.
El director les convenció para que mirasen una buena casa, dada su buena situación económica. Ellos insistían en un pequeño piso, accesible y viable por "lo que pudiera pasar". Pero el banquero les empezó a hablar de la magnifica marcha de la economía española, que si éramos el cuarto país de la comunidad europea en términos económicos, que si la trece o la catorce del mundo, que si el peybe...En definitiva, les convenció para que se compraran una casa de mayor valor. Por supuesto, harían un gran negocio, ya que su casa se revalorizaría en un plis plas. Con dos cojones.
Además de todo esto, y sin cargo alguno, les daría tarjetas de crédito del tipo "Plaster Card Titanio", tarjetas de débito y hasta a su madre si se la piden. Otrosí: no tiene nada que ver la elegancia y el desparrame de la urbanización "El mar en la meseta" con el piso de Getafe que habían ojeado primero. Nada que ver.
María daba los últimos retoques a su recién estrenado chalet adosado/pegado/pareado con un inmenso jardín de diecisiete metros cuadrados, donde, con imaginación, podrían instalar una barbacoa e invitar al mundo entero.
Pasó el tiempo y María quedó embarazada. Su gran ilusión: tener un hijo y además en un entorno tan agradable donde sólo podías ver un trocito de la sierra de Madrid o el edificio que habían construido delante de tu casa y que ahora te impedía ver el trocito de mar que antes veías ¿La verdad es que no me acuerdo dónde estaba construída la casa?
A los pocos meses los intereses de la hipoteca subieron, cosa del euribor les dijo el director del banco. No hay problema -nunca había problema-, debe ser algo coyuntural y muy pasajero. Ricardo y María se quedaron un poco mosqueados. La realidad es que los intereses habían subido un cojón de obispo. Habría que hacer algunos recortes -no muchos- en la economía doméstica y esperar a que la coyuntura -como les decía su director de banco- cambiara a mejor.
Un buen día, o un mal día, María fue como siempre a trabajar. Según se iba acercando a la puerta de su empresa empezó a ver algo extraño: todos sus compañeros estaban en la calle con pancartas y dando voces:

-¿Qué pasa? -preguntó María a los que allí estaban congregados.
-Los administradores nos han comunicado que el gerente ha desaparecido con la pasta y se encuentra en paradero desconocido -le dijo un enterado.
-Entonces, ¿qué va a pasar ahora?
-Chata, que nos hemos quedado en la calle.

María volvió a coger el autobús de vuelta a casa. Cuando llegó le extrañó que el coche de su marido estuviera a esas horas en casa. Abrió la puerta y se encontró a Ricardo mirando la televisión y con los ojos enrojecidos de rabia, o de dolor, o de tristeza, o de todo junto.

-María, esta mañana me han despedido. Me han dado el finiquito y me han arreglado los papeles del paro...

María recordará toda su vida la mañana en que su marido y ella fueron despedidos.
Los meses fueron pasando y de una situación boyante en España se pasó a una situación desesperada. Y con ella, todas las familias que habían confiado en el director de su sucursal.
El teléfono no dejaba de sonar. El antaño amable director de banco se había convertido en un maleducado y en un tiburón que sabía el final de sus víctimas. Los requirió varias veces al pago de los recibos, pero a Ricardo y María ya se le habían acabado los recursos, el dinero y la ilusión.

Un día recibió una carta del juzgado comunicando que en setenta y dos horas tenían que desalojar el maravilloso chalet adosado/pegado/pareado. Ricardo y María se miraron y sin pronunciar palabra, cogidos de la mano, salieron de su no-casa y se dirigieron al maldito banco que había truncado sus vidas. Mandaron a todo el mundo que se fuera de allí, a excepción del director. Cerraron la puerta de la sucursal. Ordenaron al director que se quedara sentado en su cómodo sillón de cuero. María sacó de su bolso un rollo de cinta americana e inmovilizó al director en el sillón. Ricardo sacó las tarjetas, el requerimiento judicial y una foto de la casita y se los estampó en la boca del director. María empezó a rociar la oficina de gasolina y acto seguido hizo los mismo con el banquero. Una vez que completaron todo, se sentaron y se dispusieron a fumarse un cigarrillo ante la mirada aterrorizada del director.

-Cariño -le dijo María a Ricardo-, por fin vamos a encender nuestra primera barbacoa...

El barrio de chalets pareados/adosado/pegados se iluminó como si fueran las hogueras de San Juan...

sábado, 27 de octubre de 2012

AVIONES SOBRE CATALUÑA Y TONTOS DEL CULO

Conversación grabada entre la torre de control del aeropuerto de Barcelona y un Jumbo 747 de Iberia secuestrado por los cabrones de siempre (no hace falta ni que los nombre):


TORRE DE CONTROL DE BCN: Atención IB4050, corrija rumbo a 360 y 5000 pies. Está sobrevolando el espacio aéreo de Cataluña.

JUMBO: Callado

TORRE DE CONTROL: Su rumbo 270 y 1000 pies , no tiene autorización de pista, ¿me recibe?

JUMBO: ¡Allah Akbar! (que quiere decir “Alá es grande”, creo, que esto del árabe lo llevo muy mal).

TORRE DE CONTROL: (un controlador a otro): Sent noi, que ha dit?. Jo que collons sé.

JUMBO: En niombre diel ejersito revolusionaro die los miusulmanes diel santo chirrimbiolo, himos secuestrado iste aviosaso piara estriellarlio ien la piaza de la boquerria pior vendier jamion iberrico

TORRE DE CONTROL: Alí o como te llames nen, que no te enteras, desde la independencia, aquí no se vende ningún producto ibérico, ¿me copias?

JUMBO: Mienties infielazo. Viamos a istrellar iste avionazo en cinquio minutos, apartiad lios castellier quie no riespondemos.

TORRE DE CONTROL: Escolta Alí, que aquí ya han cambiado mucho las cosas y el jamón ibérico sólo se consigue de estraperlo, y que al estraperlista que pillan le mandan aprenderse la biografía de Jordi Pujol y nadie se arriesga a eso…

JUMBO: ¿Ientoncies quie haciemos? Yia os valie, iesto no ies ni iun sicuestrio ni nadia

TORRE DE CONTROL: Les recomendamos que tomen altura, de lo contrario serán interceptados por la fuerza aérea catalana lliure.

“Oye nen, si no tenemos aviones desde que los F-18 de Zaragoza no operan en Cataluña” el otro le responde: “péro ells no ho saben, i tu cabró no ho dirás”

JUMBO: Finalmiente hiemos tienido que aterriezar en las riamblas y las istatuas vivienties si han cagadio en nuestrios muertos. Ademias nos han riobado los trilerios riumanos y nos hemos quedadio sin un eurio: té collons aquest país, por cierto, qué raro hablo desde que estoy aquí…

MORALEJA: ¿Qué hacer con los tontos del culo, del tipo Felip Puig, Consejero de Interior de la Generalitat?

miércoles, 17 de octubre de 2012

INDEPENDENCIA, TRILEROS Y AMOR

Yo viví algunas concentraciones de la Plaza de Oriente, que Franco y su gobierno llamaban “espontáneas”: permitidme que me ría.

  

Cuando vi por televisión la manifestación de la Diada, me recorrió un escalofrío por todo el cuerpo. Y no fue siquiera por el paralelismo multitudinario entre las manifestaciones franquistas de antaño y la catalana, no, fue por la preocupación -¿miedo?- que siento ante lo que una multitud enardecida es capaz de hacer ante el abrigo de miles de personas que están en la misma situación y en ese preciso instante (y además muy cabreadas).


No me asusta que haya miles de personas en un mismo sitio, me asusta que los dirigentes que convocan –o provocan- estas manifestaciones no tienen ni idea del final, del cómo acabarán.

También me asusta que, por lo predecible, los políticos aprovechen estos eventos para desviar la atención de los problemas reales que tienen los ciudadanos, haciéndolos creer que una situación es consecuencia de otra y que si esta última es eliminada, la primera se resuelve ¿Si Cataluña fuera independiente, se resolverían sus problemas económicos? Mas dice que sí, o quiere convencer a todos los catalanes de que así sería.
A todo esto se añade el odio artificial que muchos políticos catalanes tratan de extender por el resto de España, para justificar un victimismo económico, que no tiene más salida que la huida hacia delante de un deseo secesionista que, primero no tiene base histórica y, segundo lo quieren internacionalizar para encontrar las simpatías y el apoyo del resto del mundo.

Siempre es lo mismo: el dinero. De acuerdo que hay un sentimiento catalán, ¿pero acaso es mayor que el sentimiento que tiene un gallego o un madrileño por su tierra? No. Entonces, ¿esto de qué va?, lo he dicho antes, de dinero, pero del dinero que dejarían de embolsarse los políticos y enchufados de los políticos que no tienen la base competencial mínimamente exigible para dirigir y gestionar, en este caso, a Cataluña (parecido a lo que pasa en el resto de España).

No se puede ser más despreciable: España entera sufre una crisis económica de dimensiones trágicas y los políticos catalanes, convertidos en trileros, arropándose y jugando con los sentimientos de una gran región, comunidad o como quiera llamarla cada uno, desplegando banderas a la que no tienen derecho ni siquiera a mirar, escamotean la bolita del trile –roban la cartera- a los mismos que dice defender del estado “opresor” ¿Alguien se cree que al día siguiente de la independencia de Cataluña, todos sus problemas se van a resolver instantáneamente?

Mientras eso llega, la vida cotidiana en Cataluña se hace un poco más difícil para los que todavía conservan su trabajo y para los  casi 700.000 parados registrados que tiene esta Comunidad ¿Es posible engañar tanto tiempo a tantos?

En 1983 se estrenó la película “El año que vivimos peligrosamente”, dirigida por Peter Weir. En ella se trata los hechos acaecidos 1965 en Yakarta, en la insurrección de los comunistas contra Sukarno. Se describe la vida empobrecida de sus ciudadanos y cómo un periodista, ante los acontecimientos vistos y vividos decide involucrarse, tomar partido. Su gran pregunta es: “¿Qué debemos hacer, qué debemos hacer?”

¿Qué deben hacer los catalanes?

miércoles, 3 de octubre de 2012

VALOR: SE LE SUPONE

Todas las personas que han estado o están en nuestra Armada, guardan en algún rincón de su memoria los motivos por los que un día decidieron ingresar en nuestra Marina: unos por tradición familiar, otros por necesidad, unos cuantos por la idea de recorrer mundo, otros...Hay cientos de motivos, mas el resultado es una cantidad de gente que aprendió, sobre todo, el valor de la amistad, el compañerismo, el sacrificio, el sufrimiento y, en muchos casos, la incomprensión de la sociedad. La sociedad nunca ha estado preparada para la guerra -ni lo debe estar-, sin embargo, esa misma sociedad que secularmente ha criticado el gasto militar no sabe explicar que cuando pide protección, se la pide a la misma institución que ha criticado. Es como si estuviera diciendo: "No os queremos, pero si me atacan, mata por mí".

Estoy seguro -absolutamente seguro- que nuestra idea al iniciar la vida militar no era matar, sino proporcionar paz y vivir en paz.

Cuando ingresamos en la Armada éramos niños -sabéis de lo que os hablo- y bastaron unos pocos días para darnos cuenta que la protección de nuestra familia, de nuestro hogar, de nuestros amigos, de nuestro barrio había desaparecido para siempre: a partir de ahí estábamos solos; ahora tocaba enfrentarnos a nosotros mismos y a nuestros miedos. Y todo eso lo hicimos con ¿dieciséis? ¿diecisiete años? ¿dieciocho? Ahora mirad a vuestros hijos y recordad cómo erais con su misma edad ¿Notáis la diferencia? No, no critico a nuestros hijos, lo que pretendo es que recordéis cómo éramos de niños. Y es que para hacer lo que hicimos teníamos que tener valor, sin embargo, siempre se suponía, nunca se afirmaba.

Es curioso cómo un país como el nuestro, de una tradición marinera incuestionable, de una historia plagada de sucesos heróicos, de nuestras victorias, de nuestras derrotas y de nuestros muertos, no haya sabido encontrar ni exponer el orgullo que supone defender la idea de una Nación, aunque sólo fuera por la memoria de los que se dejaron el pellejo en la mar -y, por supuesto, en todos los rincones de España-.

Y es que les da vergüenza, se sienten aterrorizados ante las consecuencias de la opinión pública. No nos han dejado demostrar nuestro valor, ellos lo han secuestrado: los mismos que van cargados de chatarra dorada en el pecho y volvían la mirada ante cualquier acontecimiento comprometido, verbigracia: ante el apresamiento de cualquier minúsculo pesquero español por parte de alguna marina de guerra envalentonada por nuestro aquietamiento e indiferencia.

En estas condiciones, qué puede pensar la sociedad del Ejército, sino la inutilidad de un gasto militar que no sirve para defender a sus ciudadanos.

No entramos en la Armada para que nos avergonzaran por culpa nuestros mandos, entramos para defender lo que amamos, con conocimientos, con instrucción, con disciplina, con sacrificios y con la consciencia del ser peones -¿"Carne de cañón"?- en el tablero de la guerra y de la paz. En esas condiciones, quién se atreve a decirnos: "Valor: se le supone".
Nunca nadie hará como nosotros, los que en su día estuvimos, y como vosotros, los que estáis, tan bueno el dicho de Voltaire: "No comparto lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo"

Dedicado a todos los marinos españoles del pasado, el presente y el futuro.

martes, 22 de mayo de 2012

PATATAS BRAVAS, SÓLO HAY UNA RECETA Y A TI TE ENCONTRÉ EN LA CALLE

Hay tantas recetas de Patatas Bravas como pecados puede cometer un hombre; cada región (perdón, quería decir comunidad) tiene una receta que ha ido desarrollando a lo largo de su propia historia. Existen salsas que tienen cierta preparación e interés por parte del hostelero de turno que, al menos, ha tenido la decencia de preocuparse por servir un producto digno a sus clientes con mayor o peor fortuna. Existen los bares (de cualquier sitio) que te venden patatas bravas, cuando en realidad no son más que patatas fritas con salsa picante; mucho tomate, mucho picante y una gran decepción.

Aquí no hay color: las Patatas Bravas originales se elaboraron en Madrid (por casualidad, pero en Madrid). Esto no tiene discusión, de la misma forma que no se puede discutir que la Salsa Romesco procede de Tarragona y el Lacón con Grelos de Galicia.



La tasca o el bar de procedencia no está muy claro: se habla de una tasca en la calle Toledo, Casa Pellica, pero conozco de primera mano que en el callejón del Gato se empezó a experimentar con la salsa que actualmente sirven los bares "Las Bravas". Bueno, esto de experimentar no tiene nada que ver con lo que actualmente conocemos de los cocineros de "diseño" tipo Ferrán Adriá, Koldo y tantos otros que han convertido parte de su cocina en un laboratorio de engendros que los tontos modernos glorifican sin tener ni puta idea de hacer ni siquiera una sopa de avecrem.

El caso es que en los años sesenta, el propietario del Bar Las Bravas, don José Blanco Zamorano, lo que hacía era servir boquerones en vinagre, calamares a la romana, boquerones fritos y sobre todo, sardinas asadas. Ése era su negocio y probablente el punto de inflexión de lo que estaba por llegar. Me explico; imaginaos asar sardinas en cantidades industriales en el centro de Madrid y los aromas que inundaban las casas de pobres y ricos: a los pobres se les ponían los "dientes largos" por no poder comer lo que se olía en el ambiente y los ricos se saturaban de los olores de la plebe. Siempre ha habido clases de olores y "clases y clases". El caso es que d. José tuvo que desistir en seguir asando sardinas y tuvo que buscar alternativas a su medio de vida y, experimentando y experimentando dio con la receta que hasta hoy día (y que sea por muchos años) nos deleita en cualquiera de sus tres bares. Para mí ésa es la receta original, la "fetén".

De Madrid se pueden decir muchas cosas, pueden existir muchos celos, muchas ideas equivocadas y mucha maldad nacionalista (que sólo interesa a cuatro políticos apoltronados que representan sólo la maldad  intencionada y a su propia inseguridad), pero realmente, gallegos, catalanes, andaluces, etc., de buena fe, todos, saben apreciar (como la mayoría de los madrileños), que en cualquier lugar de España se puede disfrutar de la gastronomía, de la cultura y sobre todo del amor (incluso en el bar "Las Bravas").



Después del "rollo" viene la receta y Carpe diem...

 RECETA DE PATATAS BRAVAS (LA MADRILEÑA Y ORIGINAL)


INGREDIENTES:

1 Kg de patatas de buena calidad (las gallegas son excelentes).

2 cucharadas de café de pimentón dulce de La Vera.

1 cucharada de café de pimentón picante (también de La Vera).

1 Cucharada de harina (sopera).

Aceite de oliva suave (4 cucharadas para la salsa y el suficiente para freír las patatas)

1 Vaso de caldo (es preferible hacer un buen caldo a base de huesos de jamón, esqueleto de pollo, 1 hueso de codillo, puerro, tomate y todo aquello que hacen de un caldo, algo delicioso).

Nota: a falta de caldo casero, se puede sustituir por un caldo en tetra brick (también sale muy bien y esto está comprobado).

PREPARACIÓN:

La preparación de la receta tiene dos fases; una es la preparación de las patatas y otra es la preparación de la salsa. Comenzamos con las patatas.

PREPARACIÓN DE LAS PATATAS:

Evidentemente, se pelan las patatas y se lavan. Se cortan en trozos irregulares, pero no excesivamente grandes (que sean un bocado entero que te puedas llevar a la boca).

A continuación se echan en la sartén con el aceite a no excesiva temperatura (90º) para que en vez freírlas se cuezan hasta estar enteras por fueras y blandas por dentro (el proceso se llama confitado).

Una vez que se realiza el paso anterior, se reservan hasta el momento en el que, ahora sí, vamos a freírlas.

PREPARACIÓN DE LA SALSA:

1º Calentamos el aceite sin que humee (las cuatro cucharadas).

2º Retiramos la sartén del fuego y añadimos los pimentones (dulce y picante).

3º Movemos hasta que se forme una especie de pasta homogénea (muy importante que no se queme el pimentón porque de lo contrario se estropeará toda la salsa).

4º Añadimos la cucharada de harina y removemos hasta que no quede ningún grumo.

5º Vamos añadiendo el caldo muy caliente poco a poco hasta conseguir una salsa de color anaranjado con una textura ni muy cremosa ni muy líquida. Probamos el punto de sal y rectificamos.

DOS TRUCOS SOBRE LA MARCHA:

1º Si ves que la salsa se queda demasiado líquida, disuelve una cucharada de maicena en medio vaso de caldo y lo echas a la salsa hasta que veas que espesa (no modifica el sabor).

2º Cuando rectificas la salsa del punto de sal, también notarás el punto de picante. Las bravas de verdad no pican en exceso, pero que piquen poco las hace insulsas. Si te has quedado corto puedes añadir un poco de tabasco (pero mucho cuidado, no te pases).

EL FINAL (1):

Volvemos a las patatas. Ahora sí tenemos que poner el aceite muy caliente que utilizamos en el confitado (¿te acuerdas?) y freímos las patatas hasta que tomen un ligero color dorado.

Cuando estén doradas las sacamos a un plato con papel absorbente y de ahí a otro plato al que añadiremos la salsa brava por encima.

EL FINAL (2):

Cuando termines con las patatas sigue con la salsa y moja pan hasta que toda tu conciencia no esté tranquila en una semana (aunque bien mirado, que le den por culo a la puta conciencia).

BICOS, PETONETS, KISSES AND BESOS: No os quiero, os amo...


sábado, 5 de mayo de 2012

DEBEMOS CONDENAR Y CONDENAMOS A...

M.T.V. escuchó la sentencia con tristeza: su tiempo, su edad, sus sueños, su pasado y, sobre todo, su futuro quedaban en una especie de suspense de novela negra barata.
Se preguntaba qué pasaría cuando saliera de la cárcel: ¿Estarían las cosas donde estaban? ¿Estarían los sentimientos intactos? Era mucho tiempo encerrado, ¿mucho?, depende...
Él sabía cómo entraba en esa cárcel, sabía que la sentencia que había fallado La Vida era más fuerte que los barrotes tras los que iba a estar -"Debemos condenar y condenamos al procesado M.T.V. a la pena de cinco años y un día, sentencia que cumplirá íntegra en la cárcel de su alma"-.
Se preguntaba cómo sería su vida en esa prisión en los próximos cinco años. ¿Con qué otros presos tendría que convivir? ¿De qué manera podría decir a su amada que la llevaba en cada segundo, en cada instante en su corazón?
Y así empezó su andadura por un camino que no podía haber imaginado ni en sus peores pesadillas. A la frialdad del recinto se unió la intrascendencia de su vida, al aislamiento del mundo, al olvido de una sociedad.
Aunque todos los funcionarios se esforzaban en devolver algo de dignidad a las almas allí encerradas, la realidad se imponía y las paredes no sólo contenían las ansias de libertad, no sólo atrapaban los cuerpos, sino que trataban de reeducar las conciencias de las almas ¿Qué delito había cometido?: pregunta equivocada, la pregunta debía ser la siguiente: ¿Qué no hiciste en tu vida?...

- Pero por eso no me pueden condenar.
- Nosotros, La Vida, no tenemos capacidad para castigar tu delito, eres tú quien te has condenado.
- ¿Entonces?
- Has sido tú quien ha elegido tu condena ¿Todavía no sabes qué dejaste de hacer?
- Un momento...yo sólo cometí el delito de amar hasta hacerme daño.
- Pero no lo hiciste...
- ¿Pero el qué dejé de hacer?
- Decirle mil veces mil que la amabas
- Pero... si ella lo sabía, lo tenía que leer en mis ojos, además se lo decía, aunque... ahora que lo pienso, creo que daba por sentado demasiadas cosas.
- Ese era tu problema, pensabas, pensabas y volvías a pensar, pero nunca compartiste tus miedos y tus sentimientos.
- A veces me sentía ridículo...
- ¿Por qué?
- Porque creía que aunque estábamos enamorados, pertenecíamos a mundos distintos. Hoy sé que, efectivamente, pertenecíamos a mundos distintos y que este hecho, sin embargo, no tiene absolutamente ninguna importancia cuando se está hablando de amor. El amor iguala (como la muerte), y nos da la verdadera dimensión de nosotros mismos, el amor nos indica que somos personas maravillosas y que nos trasciende con sueños, proyectos, futuro...pero sobre todo con la sublimación del sentimiento del amor, hasta llegar a convertirlo en la Necesidad Vital, en una necesidad vital como es alimentarte, en realidad, el agua que calmará tu sed eternamente...
- Nosotros, La Vida, seguimos sin entenderte...
- Créame, necesito huir de mí mismo para ser yo mismo.
- Explícate.
- Mi yo actual está aquí y quiere salir de mí. Yo soy uno, pero estamos involucrados dos entes, dos seres en uno: el que tiene que marcharse y el que tiene que permanecer. No es fácil pues el que tiene que quedar en realidad, es la esencia del segundo y aquél no existiría si no hubiera nacido el primero. Lo terrorífico es que, en esencia somos lo mismo y entonces me tengo que preguntar si no se volverá a repetir la historia...
- Si te ocurriera una tercera vez no sobrevivirías, además tú eres una evolución de ti mismo, ¿no te das cuenta?
- Por eso esta condena me mata.
- Estamos en la obligación de decirte que vemos tu alma limpia, que tu mirada no puede engañar a nadie, que lo que sientes es lo que sentiste. Sigues siendo el mismo y sigues sintiendo lo mismo, aunque desgraciadamente para ti la condena de tu alma la tendrás que cumplir. Pero queremos darte una esperanza cierta, las condenas del alma y el corazón una vez cumplidas, devuelven el tiempo perdido en forma de un amor inextinguible, inigualable e inimaginable para el resto de los mortales. Te darás cuenta que tu sentimiento (que ahora no escondes) se ha transformado y ha superado el miedo. Te darás cuenta que las cosas que no dijiste se han transformado en palabras dichas, en hechos tan espirituales que tu amada los leerá en tus ojos antes que pronuncies una sóla sílaba, pero tienes que unir las sílabas y pronunciar todas y cada una de las palabras que te van a salir del corazón. Te darás cuenta que, ahora sí, tienes el valor necesario para hacer caso a tu corazón. Te darás cuenta que las lágrimas que derramarás son el líquido que os harán viajar a lo más profundo del amor. Te darás cuenta que ni una sola caricia es innecesaria. Te darás cuenta que por cada beso, se te devolverá otro mayor.
No lo dudes, está esperando por ti, y esta vez nada la detendrá. Por eso tienes que cumplir condena.
- A veces pienso que ella no me cree...
- Si La Vida te cree, ella te creerá, sólo necesitas hacerlo realidad y todas las dudas se despejarán. No tendrás que violentar el tiempo, el tiempo no se detiene más que en estaciones sin trenes que no tienen destino. Vuestro tren salió hace mucho tiempo, pero siempre habéis viajado juntos: unas veces en el mismo compartimento y otras en distintas partes del tren, pero lo verdaderamente importante es que teneis el mismo destino. Ningún tren del Noroeste se ha perdido, sólo habéis tardado un poco en encontraros...
- ¿Qué puedo hacer mientras tanto?
- Lo que estás haciendo, amar sin límites.
- Pero no se lo puedo demostrar estando encerrado aquí.
- ¡Pero si ya lo estás haciendo! Vale, te enseñaré un pequeño truco: todas las mañanas, todas, dirigirás tu mirada al cielo en dirección adonde tienen guardado tu corazón y todos los días a medianoche mirarás la luna fijamente. Al principio te parecerá una tontería, incluso algo pueril, pero con el tiempo crearás una conexión invisible pero tangible de sentimientos que fluirán y os harán sentir recíprocamente la presencia de uno en el otro. En ese momento no existirán cárceles del alma, serás libre y volarás hacia un mar lleno de sensaciones.

M.T.V. se despertó agitadamente, las voces amplificadas por un altavoz interrumpieron un sueño esperanzador. Se levantó y se dirigió con pasos perdidos hacia una junta de evaluación que le iba a diagnosticar su vida: abogados, criminalistas, psicólogos.
Lo cierto es que no escuchó/entendió qué era lo que pretendían y esperaban de él. Pero algo sí escucho, el tiempo se podía acelerar. Era una buena noticia, pero ¿cómo?, el tiempo se puede hacer relativamente corto o relativamente largo ¿Qué receta tenían para lograr este prodigio? Más tarde lo sabría.
Mientras tanto, los días pasaban y la lucha interior no cesaba: la angustia combatía contra el fracaso y el daño interior se manifestaba en forma de dolor contínuo en un alma herida y privada de la libertad y el amor que necesitaba.
Tumbado y con la mirada perdida, empezó a recordar el sueño y el truco de La Vida: mirar la luna a medianoche. Lo hizo y una corriente eléctrica recorrió su cuerpo: era como si sintiera la presencia incuestionable de un cuerpo físico. Pero lo más perturbador es que tenía la extraña sensación de oler su fragancia ¿Sería verdad que se establecían conexiones invisibles? Al día siguiente repitió y cada vez la conexión se hacía más y más fuerte. Llegó a un punto donde la necesidad de mirar al cielo se convirtió en una necesidad vital; esperaba con ansiedad que llegara la noche para que su espíritu volara libremente hacia los brazos de su amada y ella lo recibía con la ternura y el amor que sólo pueden desprender los seres tocados por la belleza de su corazón.
Todas las noches, una vez que se despedía, volvía a dormir con la esperanza de soñar con La Vida y que ésta le respondiera a todas sus dudas. Una noche se manifestó el sueño:

- Veo que has seguido nuestro consejo, miras todas las noches a la luna, ¿te sientes más aliviado?
- Sí, pero no es suficiente, cada noche paso del alivio a una necesidad creciente de volver a reunirme con ella.
- Recuerda que la única manera de acelerar el tiempo es empezando a construir tu futuro desde ahora mismo.
- ¿Cómo hago eso?
- Aprende a escribir palabras bellas, aprende sonetos, aprende a escribir poesías, aprende por aprender.
- ¿Dónde?
- Aquí mismo, pregunta por Héctor...él te enseñará
- El nombre me suena a tragedia griega, a fracaso, a muerte...
- Precisamente, él se echó la carga de la culpa a sus espaldas y murió defendiendo lo indefendible. Príamo tuvo que suplicar a Aquiles que le delvolviera el cadáver de su hijo y hasta que no fue incinerado no tuvo descanso ni paz. Nuestro Héctor tiene alguna similitud porque ha asumido la responsabilidad de devolveros tiempo y dignidad, con él descubrirás quién eres realmente.

Entró en un áula y al fondo reconoció a su profesor. Las paredes estaban llenas de palabras en multitud de idiomas. Las mesas formaban una "U" y en el centro estaba Héctor acompañado por sus alumnos en los laterales de dichas mesas. Las mesas estaban llenas de papeles rellenos a lápiz; las ortografías variaban de formas infantiles hasta otras muchísimo más elaboradas e incluso de formas bellas.
La mezcla de razas no era ningún obstáculo para Héctor; al fin y al cabo, la belleza de los significantes y los significados era lo suyo y todos podían sacar a la luz la parte de su alma que alguna vez olvidaron en algún rincón de su vida.
Se sentó y lo primero que le preguntó Héctor -aunque ya lo sabía- es qué delito había cometido. M.T.V. respondió que su delito fue "no hacer nada". Héctor le miró y le dijo "qué crees que vas a sacar de estas clases"..."Necesito saber expresar mi amor".

- ¿Cuánto estás dispuesto a dar? -dijo Héctor
- No tengo nada - respondió M.T.V.
- No me refería a lo material, en cuanto has entrado aquí, en esta cárcel, en ese mismo instante, has perdido todo. Me refería a ¿cúanto estás dispuesto a dar de ti mismo?
- ¿Me creería si le dijera que estoy dispuesto a darlo todo?
- Yo sí te creo, lo que hace falta es que creas en ti mismo, ¿crees en ti mismo?
- Hasta hace muy poco consideraba que mi vida había entrado en una fase de autodestrucción. Nada tenía sentido y todo me parecía vacío, incluyéndome yo mismo. Mis recuerdos me atormentaban y mi memoria
-intacta- sólo me proyectaba la imagen de un adiós. No sé si hubiera podido evitar ese adiós, pero no lo intenté y eso me mata. Ahora sé que ella sufrió por mi culpa y eso no me lo puedo perdonar. Usted me pregunta si creo en mí mismo, le debo responder con un sí. Creo en mí mismo porque mis errores me han llevado a mis aciertos, mi indiferencia al interés, el vacío a la plenitud. Sé que no tengo nada, sólo sé que soy yo mismo.
- Lo celebro, ahora sí estás preparado para afrontar tu gran reto: amar hasta la extenuación, hasta el éxtasis, más allá de las estrellas y más allá de los hombres. Pero además serás -aunque creo que ya lo eres- generoso y no esperarás nada a cambio, porque en realidad recibirás todo.

¿Cuánto más debo esperar?
- Lo sabrás enseguida, de la misma forma que el amor que sientes te traspasa el corazón como un vendaval, la espera te traerá la libertad con una luz cegadora.

Y el tiempo pasó, La Vida dejaba en libertad a un soñador que por fin vio materializado su sueño. Las palabras se amontonaban en su cabeza y todas querían salir de golpe. La belleza estaba intacta, el alma fortalecida, el corazón daba órdenes coherentes a la razón y su amada, siempre su amada, esperaba sin lágrimas en los ojos, porque ya no había esperas, no había distancia, sólo amor...
Las puertas se abrieron y un haz de luz cegador inundó todo el espacio, había llegado la libertad.





martes, 27 de marzo de 2012

MI BAR ¡¡¡QUÉ LUGAR!!! (CERRAMOS LOS MIÉRCOLES PARA AMAR)

Tengo un bar muy peculiar, en él se dan cita los personajes más estrambóticos, las personas más raras, las parejas más extrañas. En realidad es una muestra de nuestra enloquecida sociedad.

Este bar (para ser sinceros es un tugurio) es el proyecto de una ilusión de juventud, un sueño roto por no compartir sueños: hoy ha quedado en el olvido su razón de ser, ya ni me acuerdo del sueño y seguramente no me quiero acordar…

Decía que es un tugurio, un antro, un sitio de pinturas desvaídas y luces tenebrosas. Un lugar donde no se distinguen las buenas de las malas intenciones. Es un buen lugar para soñar (aunque parezca contradictorio), un buen lugar para morir, un sitio idóneo para amar y todavía mejor para desamar.



Hoy soy un poco más viejo y un poco más joven y miro con desdén las mesas desde mi posición privilegiada: en ellas veo los mismos problemas de siempre pero disfrazados de nuevas caras. Me pregunto cuántas caras tengo en mi memoria y cuántas me quedan por ver. Cuántos problemas se solucionarán y cuántos se aplazarán alrededor de unos cafés, unas copas o unos aperitivos grasientos.

La ceremonia es la de siempre, los parroquianos son los de siempre: en la barra está apoyado un borracho y ahora no recuerdo si es que está enquistado en mi bar o simplemente renueva su borrachera día tras día. Nunca me atrevo a preguntarle el porqué de su estado, alguna vez me dijeron que cuando era joven se enamoró perdidamente de una mujer y ésta a su vez le amo con todas sus fuerzas, pero el extraño destino los separó y el borrachín nunca más supo de ella. Desde entonces ahoga sus penas en el alcohol que yo gustosamente le sirvo, a la espera de que se produzca el milagro que nunca sucederá (o sí).


Tengo unas cuantas mesas en mi bar, algunas están llenas de corazones pintados por personas que se prometieron amor; otras están llenas de corazones tachados de parejas que ya no se volverán a amar; muchas tienen los nombres de esas parejas, otras tienen insultos hacia las personas que una vez se amaron, pero todas mis mesas han escuchado el sonido del amor eterno. Yo he sido testigo de ello.

Es curioso, siendo un antro de mala muerte, el local se llena diariamente, es como si las personas huyeran de los sitios de dudoso diseño y sólo fueran capaces de decir lo que sienten a la luz de unas bombillas de escasa luz y de abundante mugre. Por ejemplo, a mi derecha tengo una mesa ocupada por un incauto que se atrevió a pedir dinero al mafiosillo del barrio. Hoy tenía que devolver lo prestado (evidentemente con la usura acostumbrada) y no trae ni una puta peseta. El prestamista le mira con regocijo y entre dientes le susurra que si el próximo día no trae toda la pasta se las va a ver con el objeto que esconde bajo la chaqueta. Esta escena ya me la conozco y el facineroso en realidad lo que guarda es una pistola de juguete para amedrentar al personal. El pobre diablo (me refiero al prestamista) está casi arruinado de tanto prestar dinero y no recibir lo prestado. Yo creo que en realidad es un buen hombre que se dedica a sacar de apuros a padres y madres que no llegan a final de mes…


Un poco más allá tengo una pareja de tortolitos. Es la primera vez que los veo: ella debe tener quince años y él no más de dieciocho. Los observo desde hace rato y no han movido los labios para nada, se deben estar diciendo que se aman con los ojos. Pienso que es una mala estrategia y que se arrepentirán de no decirse lo mucho que se aman. Conozco los silencios y éstos los suelo romper yo preguntando un “¿Qué va a tomar? ¡Que aquí se viene a beber y si no ahí está la puerta!”. La verdad es que los acojono un poco, pero es la única manera que tengo para que empiecen a mover los labios, pidan la consumición y rompan el maldito hielo de su proyecto de amor. Enseguida se sonríen y sus manos se unen como si se aliaran para derrotar al maldito y antipático camarero del bar. Sin embargo, yo pienso que he conseguido mi objetivo.

Otras veces las mesas están ocupadas por parejas a punto de romper. En estos casos no me suelo entrometer y no despliego ningún plan para la reconciliación. Siempre me ha llamado la atención el comienzo de las explicaciones para la ruptura y el final de las mismas. La pareja de hoy viene después de haber cenado en un restaurante de moda (parece que la mujer no se atrevió a romper mientras cenaban en ese restaurante con tanto glamour) y han llegado hasta aquí. No oigo la conversación, pero veo cómo al hombre le ha cambiado la cara sonriente que traía por otra dibujada de tristeza y dolor. La mujer seria, pero por encima de las circunstancias. Ella le ha tirado la alianza y parece que le está relatando una lista de reproches interminable; él mira al vacío, sus ojos están llenos de nada y llenos de lágrimas. No sé las veces que he visto la escena y nunca me acostumbro. Pero la pauta es siempre la misma: uno u otro es quien pone fin y el que habla, el que maneja la situación. El escuchante es el que no se espera lo que va a acontecer y se va aterrorizando por momentos.


Es curioso cómo las mesas de mi bar parece que tienen asignada el tipo de pareja que se van a sentar: las de las rupturas, las de los primeros amores, las que reafirman su amor, las que se han aburrido del amor…

De frente a mí tengo a una pareja que hace tiempo viene por aquí. Al principio no sabía qué es lo que pasaba, pero a medida que las visitas se sucedían caí en la cuenta que esta pareja estaba en el grupo de los matrimonios aburridos. Si yo hablaba, ellos trataban de intervenir en la conversación; si alguien levantaba la voz comentaban lo sucedido, pero nunca hablaban entre ellos. Nunca se miraban, nunca reían, nunca se besaban, nunca se tocaban. Parecía que estaban esperando un tren que les devolviera al inicio de su relación. Y el tren ya no volvería, esta vida sólo tiene marcha hacia adelante (incluso a alta velocidad). La vida se les consumía y el amor huyó de ellos hace tiempo. Tarde tras tarde esperan en mi bar el tren que les devuelva la vida y yo no me atrevo a decirles que el tren partió hace tiempo…

El borracho de la barra me pide más alcohol y aunque está rematadamente borracho no me queda más remedio que servirle otra copa. Trata de contarme por enésima vez que en los buenos tiempos estuvo enamorado de una mujer maravillosa…y yo le corto el discurso sirviéndole una vez más el brebaje que le devolverá a la única realidad que puede soportar. Me mira y veo en sus ojos la tristeza de quien amó por encima de sus posibilidades.


Un poco más allá hay una mesa ocupada por una pareja de casados hace tiempo. Me alegra la vista y me siento reconfortado cuando los veo: me hace creer que el amor, la pasión, la complicidad, la confianza puede perdurar a lo largo de los años. Si no fuera porque los cabellos de ambos se empiezan a pintar de blanco diría que son un par de adolescentes que se besan a hurtadillas, mirando a un lado y a otro tratando de no ser descubiertos. En realidad todo el mundo tiene fijada la mirada en ellos. Porque están llenos de envidia.


Creía que conocía a todo el mundo que pasaba por mi bar; resulta que no. Tengo una mesa ocupada por un par de personas que desconozco qué pintan ahí. El otro día la curiosidad me pudo y no tuve más remedio que escuchar su conversación:

Ella: Llevo amándote toda la vida, por ti he sufrido, llorado, me he muerto de rabia...
Él: Creí que no me amabas y en lo único que pensaba era en mi autodestrucción...y casi lo consigo.
Ella: Ahora soy feliz...pero...
Él: ¿Pero?
Ella: Pero me faltas tú.
Él: Tú me has faltado siempre. En mi corazón hay un sitio reservado para ti, en realidad todo mi corazón es tuyo.
Ella: ¿Pero ahora qué se puede hacer?, puede que sea demasiado tarde...
Él: ¡No! Me niego a perderte de nuevo, esta vez no lo resistiría. No sé cómo, no sé cuándo, pero sé que nuestras manos volverán a entrelazarse, que nuestros besos serán siempre el primer beso, que te haré feliz por encima de cualquier circunstancia, que veremos muchas puestas de sol desde la ventana de nuestra habitación y que tendré que competir con el sol para que sientas la luz de mis ojos.
Ella: Necesito hacerte feliz, necesito que sientas cómo me acerco a tu corazón y lo beso una y mil veces. 
Él: Necesito decirte que te amo de un millón de formas diferentes.
Ella: Necesito oirlo de un millón de formas diferentes. Te amo mi amor...

Creo que se ha notado demasiado que estaba escuchando, aunque a ellos no les ha importado, es más, mis ojos han empezado a enrojecerse y a llenarse de lágrimas...y la mujer me ha dado un pañuelo con unas iniciales bordadas. Las lágrimas no me dejan ver las iniciales y sólo veo el dibujo de un tren. 


Más mesas, más parejas, más relaciones. Distancias cortas y largas. Peleas sangrientas que supuran odio, amor, desamor, incomunicación. Todo es posible en mi bar, en mi antro, en mi universo. Relaciones infinitas que destilan vida y muerte, que proyectan nuestra sombra de lo que fuimos, somos y seremos.

¿Y tú en qué mesa estás?

miércoles, 21 de marzo de 2012

UNA BODA CELTA

Eran unos niños, se conocieron en un bosque cercano a su aldea en la fiesta del solsticio de verano. El sol ya caía directamente sobre el Trópico de Cáncer y los días habían llegado al cénit de su duración, era el apogeo de la vida y de la luz. Las noches tenían una temperatura amable y hasta la luna, a la que tanto pedían –y ésta parece que concedía- hacía esfuerzos para no sentirse arrinconada por los rayos que inminentemente la atravesarían. Otro día iba a surgir; de nuevo la luz vencía a la oscuridad y la vida era rescatada de las sombras.

Sólo hizo falta una mirada para que sus corazones ya no pudieran separarse jamás. Sloan tenía quince años; Kenyon, dieciocho. Lo habían decidido: sus vidas estarían unidas para siempre.

Sloan siguió el ritual celta de la elección de su amado y de entre los hombres surgió la figura de Kenyon. El resultado se sabía de antemano y él sonrió al resto de sus compañeros congregados en el círculo. Nunca había sorpresas: la mujer elegía y los hombres sabían quien iba a ser elegido, pero el pueblo Celta se empeñaba en mostrar al mundo que era la mujer el principio y el final de la naturaleza, del universo y de la armonía.

El druida comenzó los preparativos de la boda e insto a los novios a hacer partícipe al pueblo de la decisión de unir sus almas para toda la eternidad.

Ella bordaría un pañuelo con una simple flor, que entregaría a su esposo y éste debía pensar en sus votos. Lo que dijera en esa ceremonia no quedaría escrito, pero sí quedaría en la memoria de todos los asistentes, en especial de Sloan. Era el valor de la palabra pronunciada con el corazón. Aquí no existían razones, eso quedaba para la guerra, aquí sólo había amor.

En el día fijado se dirigieron al lugar donde se celebraría la ceremonia. Era costumbre realizarla en algún castro donde la naturaleza envolviera de magia a los contrayentes, pero en esta ocasión ellos pidieron realizarla en una playa de finísima arena, flanqueada a un lado por verdes bosques y al otro por la inmensidad del océano. El druida no puso ninguna objeción, bendijo el sitio y comprendió que el amor de ambos jóvenes sólo podría forjarse en un atardecer donde antes Belenos había difuminado de luz la vida, las almas y la tierra.          

Se dirigieron directos a un círculo bordeado de pétalos de rosas, les esperaba el anciano de barba poderosa y ojos brillantes. Cruzaron el círculo y cruzaron sus miradas. El druida les indicó que durante el rito no podrían desviar la mirada el uno del otro, pues sólo así sabrían que las palabras que iban a surgir en ese acto eran producto del amor de sus corazones o de la razón de su mente y justo en ese momento tendrían que decidir si caminarían eternamente, o allí mismo se darían la espalda.

Con energía pero con la dulzura que da la experiencia de la vida, el druida pidió (casi ordenó) a Sloan y a Kenyon que entrelazaran sus manos. Acto seguido el viejo ató con una cuerda tejida de mil hilos procedentes de otras tantas cuerdas, las muñecas de ambos.  

El viejo de barba blanca empezó a hablar, y les dijo que nada de esto tenía sentido si esta boda no la presidía el amor. Que su boda no era sólo la unión de dos personas, que era la unión del hombre con la naturaleza, a la cual se le debe todo y todo nos da.

A los jóvenes les indicó que era el momento de decir sus votos. Empezó Kenyon:

“Es en nuestra juventud donde los dioses han querido que compartamos una nueva vida, pero ellos no son nada comparados con el amor que deseo darte, con la felicidad que necesito que sientas, con la ilusión de que nuestro símbolo infinito lo sobrepasemos y podamos despertar en un mundo donde nuestro amor se haga imprescindible como el aire que ahora respiramos. Y seguro que vendrán días oscuros, pero dos corazones es lo único que necesitamos para vencer a la tristeza si es que ésta se atreve siquiera ensombrecer nuestras vidas. Te amo Sloan, y juro que defenderé con mi vida el amor que siento por ti”

Prosiguió Sloan:

“Es ante la inmensidad del mar y ante la grandiosidad de la naturaleza que juro que te amaré hasta que sientas que parte de mí misma está fundida en ti. Que mi amor va más allá de lo que los hombres puedan imaginar, que mi vida la pongo en tus manos, las mismas que ahora me estrechan y de las que no quiero separarme jamás. Seremos felices incluso en los días grises y daremos un nuevo significado al amor. Necesito sentirte, amarte más allá de la comprensión de las personas”.

Entonces el druida desató la cuerda que ataba a los jóvenes y les hizo intercambiar sus anillos con el símbolo del infinito grabado y que significaba que su amor era interminable.



Se besaron largamente y aunque ya habían experimentado y rozado sus labios, para ellos era su primer beso de una serie interminable de primeros besos.   

Los asistentes entraron en el círculo y la noche los envolvió de luz. Miles de estrellas fugaces surcaban el cielo y todos pronunciaban sus deseos. Sloan y Kenyon también pidieron un deseo: Que nuestro amor vaya más allá de la eternidad.