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sábado, 27 de octubre de 2012

AVIONES SOBRE CATALUÑA Y TONTOS DEL CULO

Conversación grabada entre la torre de control del aeropuerto de Barcelona y un Jumbo 747 de Iberia secuestrado por los cabrones de siempre (no hace falta ni que los nombre):


TORRE DE CONTROL DE BCN: Atención IB4050, corrija rumbo a 360 y 5000 pies. Está sobrevolando el espacio aéreo de Cataluña.

JUMBO: Callado

TORRE DE CONTROL: Su rumbo 270 y 1000 pies , no tiene autorización de pista, ¿me recibe?

JUMBO: ¡Allah Akbar! (que quiere decir “Alá es grande”, creo, que esto del árabe lo llevo muy mal).

TORRE DE CONTROL: (un controlador a otro): Sent noi, que ha dit?. Jo que collons sé.

JUMBO: En niombre diel ejersito revolusionaro die los miusulmanes diel santo chirrimbiolo, himos secuestrado iste aviosaso piara estriellarlio ien la piaza de la boquerria pior vendier jamion iberrico

TORRE DE CONTROL: Alí o como te llames nen, que no te enteras, desde la independencia, aquí no se vende ningún producto ibérico, ¿me copias?

JUMBO: Mienties infielazo. Viamos a istrellar iste avionazo en cinquio minutos, apartiad lios castellier quie no riespondemos.

TORRE DE CONTROL: Escolta Alí, que aquí ya han cambiado mucho las cosas y el jamón ibérico sólo se consigue de estraperlo, y que al estraperlista que pillan le mandan aprenderse la biografía de Jordi Pujol y nadie se arriesga a eso…

JUMBO: ¿Ientoncies quie haciemos? Yia os valie, iesto no ies ni iun sicuestrio ni nadia

TORRE DE CONTROL: Les recomendamos que tomen altura, de lo contrario serán interceptados por la fuerza aérea catalana lliure.

“Oye nen, si no tenemos aviones desde que los F-18 de Zaragoza no operan en Cataluña” el otro le responde: “péro ells no ho saben, i tu cabró no ho dirás”

JUMBO: Finalmiente hiemos tienido que aterriezar en las riamblas y las istatuas vivienties si han cagadio en nuestrios muertos. Ademias nos han riobado los trilerios riumanos y nos hemos quedadio sin un eurio: té collons aquest país, por cierto, qué raro hablo desde que estoy aquí…

MORALEJA: ¿Qué hacer con los tontos del culo, del tipo Felip Puig, Consejero de Interior de la Generalitat?

miércoles, 17 de octubre de 2012

INDEPENDENCIA, TRILEROS Y AMOR

Yo viví algunas concentraciones de la Plaza de Oriente, que Franco y su gobierno llamaban “espontáneas”: permitidme que me ría.

  

Cuando vi por televisión la manifestación de la Diada, me recorrió un escalofrío por todo el cuerpo. Y no fue siquiera por el paralelismo multitudinario entre las manifestaciones franquistas de antaño y la catalana, no, fue por la preocupación -¿miedo?- que siento ante lo que una multitud enardecida es capaz de hacer ante el abrigo de miles de personas que están en la misma situación y en ese preciso instante (y además muy cabreadas).


No me asusta que haya miles de personas en un mismo sitio, me asusta que los dirigentes que convocan –o provocan- estas manifestaciones no tienen ni idea del final, del cómo acabarán.

También me asusta que, por lo predecible, los políticos aprovechen estos eventos para desviar la atención de los problemas reales que tienen los ciudadanos, haciéndolos creer que una situación es consecuencia de otra y que si esta última es eliminada, la primera se resuelve ¿Si Cataluña fuera independiente, se resolverían sus problemas económicos? Mas dice que sí, o quiere convencer a todos los catalanes de que así sería.
A todo esto se añade el odio artificial que muchos políticos catalanes tratan de extender por el resto de España, para justificar un victimismo económico, que no tiene más salida que la huida hacia delante de un deseo secesionista que, primero no tiene base histórica y, segundo lo quieren internacionalizar para encontrar las simpatías y el apoyo del resto del mundo.

Siempre es lo mismo: el dinero. De acuerdo que hay un sentimiento catalán, ¿pero acaso es mayor que el sentimiento que tiene un gallego o un madrileño por su tierra? No. Entonces, ¿esto de qué va?, lo he dicho antes, de dinero, pero del dinero que dejarían de embolsarse los políticos y enchufados de los políticos que no tienen la base competencial mínimamente exigible para dirigir y gestionar, en este caso, a Cataluña (parecido a lo que pasa en el resto de España).

No se puede ser más despreciable: España entera sufre una crisis económica de dimensiones trágicas y los políticos catalanes, convertidos en trileros, arropándose y jugando con los sentimientos de una gran región, comunidad o como quiera llamarla cada uno, desplegando banderas a la que no tienen derecho ni siquiera a mirar, escamotean la bolita del trile –roban la cartera- a los mismos que dice defender del estado “opresor” ¿Alguien se cree que al día siguiente de la independencia de Cataluña, todos sus problemas se van a resolver instantáneamente?

Mientras eso llega, la vida cotidiana en Cataluña se hace un poco más difícil para los que todavía conservan su trabajo y para los  casi 700.000 parados registrados que tiene esta Comunidad ¿Es posible engañar tanto tiempo a tantos?

En 1983 se estrenó la película “El año que vivimos peligrosamente”, dirigida por Peter Weir. En ella se trata los hechos acaecidos 1965 en Yakarta, en la insurrección de los comunistas contra Sukarno. Se describe la vida empobrecida de sus ciudadanos y cómo un periodista, ante los acontecimientos vistos y vividos decide involucrarse, tomar partido. Su gran pregunta es: “¿Qué debemos hacer, qué debemos hacer?”

¿Qué deben hacer los catalanes?

miércoles, 3 de octubre de 2012

VALOR: SE LE SUPONE

Todas las personas que han estado o están en nuestra Armada, guardan en algún rincón de su memoria los motivos por los que un día decidieron ingresar en nuestra Marina: unos por tradición familiar, otros por necesidad, unos cuantos por la idea de recorrer mundo, otros...Hay cientos de motivos, mas el resultado es una cantidad de gente que aprendió, sobre todo, el valor de la amistad, el compañerismo, el sacrificio, el sufrimiento y, en muchos casos, la incomprensión de la sociedad. La sociedad nunca ha estado preparada para la guerra -ni lo debe estar-, sin embargo, esa misma sociedad que secularmente ha criticado el gasto militar no sabe explicar que cuando pide protección, se la pide a la misma institución que ha criticado. Es como si estuviera diciendo: "No os queremos, pero si me atacan, mata por mí".

Estoy seguro -absolutamente seguro- que nuestra idea al iniciar la vida militar no era matar, sino proporcionar paz y vivir en paz.

Cuando ingresamos en la Armada éramos niños -sabéis de lo que os hablo- y bastaron unos pocos días para darnos cuenta que la protección de nuestra familia, de nuestro hogar, de nuestros amigos, de nuestro barrio había desaparecido para siempre: a partir de ahí estábamos solos; ahora tocaba enfrentarnos a nosotros mismos y a nuestros miedos. Y todo eso lo hicimos con ¿dieciséis? ¿diecisiete años? ¿dieciocho? Ahora mirad a vuestros hijos y recordad cómo erais con su misma edad ¿Notáis la diferencia? No, no critico a nuestros hijos, lo que pretendo es que recordéis cómo éramos de niños. Y es que para hacer lo que hicimos teníamos que tener valor, sin embargo, siempre se suponía, nunca se afirmaba.

Es curioso cómo un país como el nuestro, de una tradición marinera incuestionable, de una historia plagada de sucesos heróicos, de nuestras victorias, de nuestras derrotas y de nuestros muertos, no haya sabido encontrar ni exponer el orgullo que supone defender la idea de una Nación, aunque sólo fuera por la memoria de los que se dejaron el pellejo en la mar -y, por supuesto, en todos los rincones de España-.

Y es que les da vergüenza, se sienten aterrorizados ante las consecuencias de la opinión pública. No nos han dejado demostrar nuestro valor, ellos lo han secuestrado: los mismos que van cargados de chatarra dorada en el pecho y volvían la mirada ante cualquier acontecimiento comprometido, verbigracia: ante el apresamiento de cualquier minúsculo pesquero español por parte de alguna marina de guerra envalentonada por nuestro aquietamiento e indiferencia.

En estas condiciones, qué puede pensar la sociedad del Ejército, sino la inutilidad de un gasto militar que no sirve para defender a sus ciudadanos.

No entramos en la Armada para que nos avergonzaran por culpa nuestros mandos, entramos para defender lo que amamos, con conocimientos, con instrucción, con disciplina, con sacrificios y con la consciencia del ser peones -¿"Carne de cañón"?- en el tablero de la guerra y de la paz. En esas condiciones, quién se atreve a decirnos: "Valor: se le supone".
Nunca nadie hará como nosotros, los que en su día estuvimos, y como vosotros, los que estáis, tan bueno el dicho de Voltaire: "No comparto lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo"

Dedicado a todos los marinos españoles del pasado, el presente y el futuro.