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viernes, 7 de marzo de 2014

SÁLVAME DELUXE (ESPAÑA EN OTROS TÉRMINOS)

      Desconozco el porqué del nombre de este programa de televisión que triunfa todos los días por la tarde y también algunas noches. Yo creo que triunfa porque en realidad ha sustituido a las antiguas reuniones de vecinos que tenían lugar a la puerta de las casas, cada uno con su silla y tomando el fresco en las noches veraniegas. Cuando éramos niños, esto nos servía de excusa para estar un poco más en la calle jugando y exprimiendo lo que quedaba del día. Mientras tanto, los mayores hacían el repaso de las noticias vecinales, nacionales e internacionales. Todavía, no se llevaba el tomar  gin-tonics con pepino. El alma de esas pequeñas reuniones era la conversación, de cara a cara y sin artilugios que tuvieran que estar recargándose constantemente a una fuente de electricidad. No existía nada de lo que ahora hemos tomado como imprescindible en nuestras vidas; no Facebook, no móvil, no Tablet, no twitter, no ordenador ni google-glass. Puede que haya muchas diferencias con nuestra realidad presente, o no...

      De esos años hasta ahora han sucedido muchísimas cosas en España (en toda España). Que yo recuerde más o menos; en 1969 un estado de excepción, en 1970 murió mi padre, en 1972 empecé a trabajar (con doce años), en 1973 un señor del gobierno voló muy alto en la calle Claudio Coello, el 10 de octubre de 1975 me obligaron a ir a la plaza de Oriente a apoyar a un señor muy mayor con gafas de sol, en 1975 se murió ese mismo señor, en 1976 se empiezan a ver tetas en las salas de cine (yo todavía no tenía permitido verlas), en 1976 me enrolo en la marina (16 añitos), en 1976 me quitan las revistas que tenía en mi taquilla ("Cambio 16"), en 1977 hay elecciones generales, en 1977  asesinan a 5 abogados en Atocha, ETA mataba como siempre, en 1977 embarqué durante un año, en 1978 se aprobó una nueva Constitución, en 1979 vuelvo a Vigo a estudiar, en 1979 me enamoro perdidamente, en esos años todos los franquistas son "demócratas de toda la vida", en 1979 pierdo a la mujer de la que estaba enamorado, en 1980 Ubú es nombrado president de la Generalitat (desde entonces a Boadella no le tienen muchas simpatías los mangantes de su misma tribu)...

      No terminaría nunca, pero creo que hay dos hechos que debo destacar de aquel pasado: conocí al amor de mi vida y se reinstauró la democracia.

      Trufando todos estos hechos y muchísimos más que ahora mismo no me da la gana de enumerar, que además no me acuerdo y que además no tengo ganas de consultar en Google, hemos sufrido varias crisis económicas.
 
La crisis del petróleo en 1973 fue la hostia, aunque ya casi nadie se acuerda. Hubo otra en 1992 cuando aquí ya se estaba desinflando la fiesta de las olimpiadas (Cobi, perrito aplastado, no te echo de menos) y de la Expo de Sevilla. Y ahora tenemos instalada e institucionalizada otra crisis desde 2006 más o menos. Y en una situación de crisis lo peor y lo mejor de la sociedad sale a relucir, de hecho se nos ha estampado en la cara una realidad de la que nos creíamos ajenos.

      Porque mientras todo iba "bien", nadie se preguntaba cómo ciertos políticos que iban en un Seat Ibiza, de la noche a la mañana sientan su culo en un coche de súper lujo. Nadie se preguntaba cómo era posible que un trabajador poco cualificado viviera en una casa de 300.000 euros. Nadie se preguntaba el porqué del descenso en la escolarización de nuestros jóvenes. A todo el mundo se le caía la baba cuando veía en la tele al triunfador de turno encaramado en un yate, afirmando que babor estaba a la derecha y estribor era la caña del timón. Donde la conversación se había reducido a discutir si la última desestructuración del cocido madrileño era una genialidad del genio genial de Ferrán Adriá.

      Pero algo debía estar pasando. Algo estaba pasando. De la ilusión por un nuevo país, con democracia, con libertad, con autonomías (mal administradas, pero mejor saqueadas). Lo que pasaba y lo que está pasando es que nos creíamos que tener democracia, que ser demócratas consistía en echar un par de sobres en una urna cada cuatro años. Pim pam pum fuego. Ahora ya no hay tantos bomberos para apagar el fuego.
 
     ¿Por qué hemos llegado a esto? Porque la crisis económica, no es sólo económica, es además un resumen de lo que somos los españoles (aquí hay que incluir a vascos, catalanes y gallegos): los españoles somos un compendio de maldades y de ignorancia, donde cualquier vendedor de mantas zamoranas que sepa juntar cinco palabras nos sirve para erigirlo en presidente del gobierno. Y ya está, hasta dentro de cuatro años no vuelvo a usar la democracia...
 
     Lo malo es que nos roban la cartera. Si la roba el partido en el gobierno que hemos votado, no pasa nada, pero si la roba el contrario me van a faltar cadenas de televisión para denunciarlo. Y como estamos en una partitocracia, dentro de cuatro años el ciclo se repite.
Da lo mismo que sea el gobierno central o el gobierno autonómico de turno, todos están de acuerdo en que la política es un medio para conseguir los objetivos personales que se han marcado en su trayectoria vital, es decir, vivir a lo grande, grande, grande a costa de los ciudadanos que los han elegido. Se pondrán muy en su papel de salvadores de la patria, pedirán sacrificios, reclamarán independencia del estado opresor (algunos), otros harán juicios éticos que ni ellos mismos se los creen y otros tendrán preparada la daga para apuñalar a todo lo apuñalable. Y nosotros seguimos mirando al cielo a ver si llueve (menos los gallegos).
 
     Vivimos en un país donde la democracia la han comprado los bancos. Nada sucede por casualidad, y esta crisis es la demostración tozuda de que si vamos a seguir siendo españoles o lo que seamos, más nos vale que empecemos a preguntarnos qué es la democracia, para qué sirve y qué es lo que podemos aportar desde la individualidad para que este país deje de ser el "Spain is diferent". Mientras tanto, no nos vendría mal que nos leyéramos los programas electorales de los partidos políticos, analizar el porqué los políticos quieren llevarnos por sendas de difícil retorno y buscar en sus trastiendas lo que nos ocultan. Claro que, para hacer todo esto, también deberíamos dejar de ver el "Sálvame", aunque sólo sea por higiene mental.