Vistas de página en total

sábado, 16 de marzo de 2013

La ETEA en un día cualquiera



“Méndez Núñez, diana, diana…”. Así comenzaba el día, también podía comenzar con “Graham Bell, etc…” –esto para más veteranos-. A veces la diana venía acompañada del toque de corneta por los altavoces, dolor de tímpanos asegurado para los que dormían al lado de ellos. Un frío que pela, como siempre los radiadores radiando frío. ¡Menos mal, hoy no toca ducha en el túnel cuasi-nazi!. Al lavabo: lávate la cara por lo menos, quítate las legañas, que a esas horas parece que las han pegado con “loctite” y corre a desayunar. Tazón de chocolate –al menos no tenía bromuro, lo juro-, pan y mantequilla: cojonudo no cambia la tradición, siempre lo mismo. Lo curioso es que ahora echo de menos el chocolate, el pan y la mantequilla. Debe ser un shock postraumático.

Subo escaleras, no, brinco escaleras, de dos en dos. Hay prisa, no me puede pillar el “platanito”, que está de guardia interior, por haberme retrasado, si lo hago ya sé la que me espera: voy a fregar todos los comedores del mundo. ¡Joder! si soy “chorizo”, ya tengo cierta categoría.

Ahora soy “platanito”. El desayuno no ha cambiado. Ya no friego comedores. Pero me espera don Rodrigo: a supervisar cómo se friegan los comedores.

Voy a la hora de estudio previa al izado de la bandera. Las legañas siguen firmes en su puesto. Libro rojo –que no el de Mao- con el título “Teoría de circuitos”. Tengo atragantada la asignatura y a quien imparte la asignatura: Tacones. Mal va a comenzar el día. Me saludan los alumnos y los “chorizos”. Alguno se caga en mis muertos, seguro. Es que un “platanito” es un “platanito”, o sea el terror. Yo no soy mal tío, pero se cagan igual.
Un “ducados” antes de entrar a clase, creo que me estoy fumando el último cigarrillo que le dan a un condenado a la silla eléctrica. No es para tanto, a lo mejor no me saca a la pizarra. “Villanueva, salga a la pizarra”. ¡Joder!, hoy ha empezado la lista por la “v”. Me tiemblan las piernas. “Calcule la intensidad que pasa por r1, si aplico una diferencia de potencial…y etcétera”. Ni puta idea. Y la tierra sigue sin tragarme. Miro de reojo la calculadora que aporrea el Tacones y descubro que está apagada. ¿Arresto, privación de salida, quizá galeras? ¡Coño, hoy está de buenas!, me manda al sitio y ocupa mi lugar Jordi Torrens. Sin problemas, el ejercicio está realizado. El Tacones ha follado hoy, por eso no hay galeras…

Descanso para el bocadillo, el chocolate –que no, que no tiene bromuro- está digerido, expulsado e integrado de nuevo en la naturaleza. A ver qué hay de bocata: ¡mierda, sardinas!, pero me las como por si acaso, tengo hambre y no está la cosa como para pedir salmón ahumado –aunque de aquélla no sabía ni que existía-.

Clase de IFF, dos horas: la primera, explicación de batallitas en la mar y nosotros encantados, la segunda hora nos dedicamos a pintarrajear esquemas con rotuladores “Carioca”. Ya no son esquemas, son obras pictóricas.

Salida de clase, a formar de a tres, caminata por nuestra querida cuesta hacia el “Méndez Núñez”. Dejamos los libros y bajamos al comedor. Bancos corridos de formica. Diez comensales. Guardo cola en la línea, cojo una bandeja de acero a la que le sobran compartimentos donde depositar manjares. Hoy callos con garbanzos. ¿Y los callos? Mandan silencio en el comedor, en el fondo llevan razón, parece una casa de putas…

Siesta, media hora de siesta. Necesito dormir más. La legaña erre que erre.

Clase de instrucción marinera, lo que me faltaba, ahora a remar –perdón, quería decir bogar-. ¡Hostias!, hoy toca botes a vela; clase relajada. No sé, no sé, hace un vientecillo que a lo mejor…, “palomas al racamento” se oye desde la popa. Es preciosa la ría, Vigo es precioso: quiero morir aquí. Hace un momento las mejilloneras estaban lejos y ahora las veo demasiado, excesivamente cerca. No hemos empotrado contra una mejillonera. El mejillonero –no sé si se llama así al trabajador de la batea, pero es más gallego que el lacón con grelos- ha depositado sus heces virtuales/orales en toda nuestra parentela. El bote con motor nos atoa y en la punta del Muelle del Este se reconoce la figura elegante de un oficial engolado, que se está frotando las manos. Nos van a estar dando hasta que nos hagamos hombres. No, ya lo somos. A joderse y a aguantarse, como siempre.

Nos cambiamos de atuendo y vamos a “estudio”. Sigo cansado. Las legañas me han abandonado. Tengo que estudiar más “teoría de circuitos” o el Tacones expondrá mi cabeza en una pica en el Patio de Armas. Suena la corneta: descanso para la merienda. Cien metros lisos para no guardar cola en la cantina del mayordomo y comerte un bocata de tortilla con chorizo y mahonesa. Me río yo de la “tortilla desestructurada” y de Ferrán Adriá.

Salida de francos, botas brillantes, calcetines negros, rabiza limpia, lepanto limpio –con pasta de dientes-, afeitado –pero si todavía no me ha salido la barba- y revista del suboficial de guardia. No hay problema, hoy no han echado a nadie para atrás. Otra vez la cuesta, pero ahora la pillas con ganas. Me voy a la Maranga, me ducho –antes no me ha dado tiempo- y me cambio de paisano. Planillas, Navarro, Murias y yo salimos echando leches a por el “vitrasa”. Este Navarro ha descubierto otro antro donde dice que ponen unas cervezas que te cagas. Yo les acompaño un rato. He quedado con mi novia. Sólo podré verla un par de horas, tiene que estar en casa más temprano que yo en la ETEA. Nos besamos en el callejón de las Angustias. Estoy enamorado, me muero por sus huesos, aunque creo que ella no lo sabe. Nos besamos y creo que ardo cuando mis labios rozan los suyos. ¡Joder! Pues sí que estoy enamorado.

Voy a llegar tarde, no me va a dar tiempo a comerme un “completo” en el “Padrón” –gracias, Manuel Navarro-. Sí, me da tiempo. Un par de huevos fritos con patatas y una chuleta de cerdo, de beber agua con gas de “Mondariz”.

Abro mi taquilla y creo que veo un universo completo dentro de ella: mis libros, mi ropa, mi vida…y me acuesto, sueño con los ojos abiertos, con mi amada, la necesito. Mañana se irá a la aldea y no nos veremos.

“Méndez Núñez, diana, diana” y las legañas comienzan un nuevo día en el paraíso.