Vistas de página en total

miércoles, 17 de octubre de 2012

INDEPENDENCIA, TRILEROS Y AMOR

Yo viví algunas concentraciones de la Plaza de Oriente, que Franco y su gobierno llamaban “espontáneas”: permitidme que me ría.

  

Cuando vi por televisión la manifestación de la Diada, me recorrió un escalofrío por todo el cuerpo. Y no fue siquiera por el paralelismo multitudinario entre las manifestaciones franquistas de antaño y la catalana, no, fue por la preocupación -¿miedo?- que siento ante lo que una multitud enardecida es capaz de hacer ante el abrigo de miles de personas que están en la misma situación y en ese preciso instante (y además muy cabreadas).


No me asusta que haya miles de personas en un mismo sitio, me asusta que los dirigentes que convocan –o provocan- estas manifestaciones no tienen ni idea del final, del cómo acabarán.

También me asusta que, por lo predecible, los políticos aprovechen estos eventos para desviar la atención de los problemas reales que tienen los ciudadanos, haciéndolos creer que una situación es consecuencia de otra y que si esta última es eliminada, la primera se resuelve ¿Si Cataluña fuera independiente, se resolverían sus problemas económicos? Mas dice que sí, o quiere convencer a todos los catalanes de que así sería.
A todo esto se añade el odio artificial que muchos políticos catalanes tratan de extender por el resto de España, para justificar un victimismo económico, que no tiene más salida que la huida hacia delante de un deseo secesionista que, primero no tiene base histórica y, segundo lo quieren internacionalizar para encontrar las simpatías y el apoyo del resto del mundo.

Siempre es lo mismo: el dinero. De acuerdo que hay un sentimiento catalán, ¿pero acaso es mayor que el sentimiento que tiene un gallego o un madrileño por su tierra? No. Entonces, ¿esto de qué va?, lo he dicho antes, de dinero, pero del dinero que dejarían de embolsarse los políticos y enchufados de los políticos que no tienen la base competencial mínimamente exigible para dirigir y gestionar, en este caso, a Cataluña (parecido a lo que pasa en el resto de España).

No se puede ser más despreciable: España entera sufre una crisis económica de dimensiones trágicas y los políticos catalanes, convertidos en trileros, arropándose y jugando con los sentimientos de una gran región, comunidad o como quiera llamarla cada uno, desplegando banderas a la que no tienen derecho ni siquiera a mirar, escamotean la bolita del trile –roban la cartera- a los mismos que dice defender del estado “opresor” ¿Alguien se cree que al día siguiente de la independencia de Cataluña, todos sus problemas se van a resolver instantáneamente?

Mientras eso llega, la vida cotidiana en Cataluña se hace un poco más difícil para los que todavía conservan su trabajo y para los  casi 700.000 parados registrados que tiene esta Comunidad ¿Es posible engañar tanto tiempo a tantos?

En 1983 se estrenó la película “El año que vivimos peligrosamente”, dirigida por Peter Weir. En ella se trata los hechos acaecidos 1965 en Yakarta, en la insurrección de los comunistas contra Sukarno. Se describe la vida empobrecida de sus ciudadanos y cómo un periodista, ante los acontecimientos vistos y vividos decide involucrarse, tomar partido. Su gran pregunta es: “¿Qué debemos hacer, qué debemos hacer?”

¿Qué deben hacer los catalanes?