Vistas de página en total

miércoles, 3 de octubre de 2012

VALOR: SE LE SUPONE

Todas las personas que han estado o están en nuestra Armada, guardan en algún rincón de su memoria los motivos por los que un día decidieron ingresar en nuestra Marina: unos por tradición familiar, otros por necesidad, unos cuantos por la idea de recorrer mundo, otros...Hay cientos de motivos, mas el resultado es una cantidad de gente que aprendió, sobre todo, el valor de la amistad, el compañerismo, el sacrificio, el sufrimiento y, en muchos casos, la incomprensión de la sociedad. La sociedad nunca ha estado preparada para la guerra -ni lo debe estar-, sin embargo, esa misma sociedad que secularmente ha criticado el gasto militar no sabe explicar que cuando pide protección, se la pide a la misma institución que ha criticado. Es como si estuviera diciendo: "No os queremos, pero si me atacan, mata por mí".

Estoy seguro -absolutamente seguro- que nuestra idea al iniciar la vida militar no era matar, sino proporcionar paz y vivir en paz.

Cuando ingresamos en la Armada éramos niños -sabéis de lo que os hablo- y bastaron unos pocos días para darnos cuenta que la protección de nuestra familia, de nuestro hogar, de nuestros amigos, de nuestro barrio había desaparecido para siempre: a partir de ahí estábamos solos; ahora tocaba enfrentarnos a nosotros mismos y a nuestros miedos. Y todo eso lo hicimos con ¿dieciséis? ¿diecisiete años? ¿dieciocho? Ahora mirad a vuestros hijos y recordad cómo erais con su misma edad ¿Notáis la diferencia? No, no critico a nuestros hijos, lo que pretendo es que recordéis cómo éramos de niños. Y es que para hacer lo que hicimos teníamos que tener valor, sin embargo, siempre se suponía, nunca se afirmaba.

Es curioso cómo un país como el nuestro, de una tradición marinera incuestionable, de una historia plagada de sucesos heróicos, de nuestras victorias, de nuestras derrotas y de nuestros muertos, no haya sabido encontrar ni exponer el orgullo que supone defender la idea de una Nación, aunque sólo fuera por la memoria de los que se dejaron el pellejo en la mar -y, por supuesto, en todos los rincones de España-.

Y es que les da vergüenza, se sienten aterrorizados ante las consecuencias de la opinión pública. No nos han dejado demostrar nuestro valor, ellos lo han secuestrado: los mismos que van cargados de chatarra dorada en el pecho y volvían la mirada ante cualquier acontecimiento comprometido, verbigracia: ante el apresamiento de cualquier minúsculo pesquero español por parte de alguna marina de guerra envalentonada por nuestro aquietamiento e indiferencia.

En estas condiciones, qué puede pensar la sociedad del Ejército, sino la inutilidad de un gasto militar que no sirve para defender a sus ciudadanos.

No entramos en la Armada para que nos avergonzaran por culpa nuestros mandos, entramos para defender lo que amamos, con conocimientos, con instrucción, con disciplina, con sacrificios y con la consciencia del ser peones -¿"Carne de cañón"?- en el tablero de la guerra y de la paz. En esas condiciones, quién se atreve a decirnos: "Valor: se le supone".
Nunca nadie hará como nosotros, los que en su día estuvimos, y como vosotros, los que estáis, tan bueno el dicho de Voltaire: "No comparto lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo"

Dedicado a todos los marinos españoles del pasado, el presente y el futuro.